viernes, 10 de junio de 2016

Perú: Tiempo de crecer de verdad (opinión/política)

Por Freddy Ortiz Regis

Estoy recorriendo el largo camino que separa Chiclayo de Trujillo, y me he decidido a escribir estas líneas, después de enterarme por las redes sociales que el triunfo de PPK es prácticamente oficial.

Conocidos los resultados que dan como ganador al ciudadano peruano Pedro Pablo Kuczynski, es el momento de celebrar este triunfo con hidalguía, respetando a la otra mitad del Perú que optó por la propuesta fujimorista. No es el momento de profetizar sobre el pasado sino de convocar a las fuerzas democráticas del pueblo para avanzar estos próximos cinco años hacia la consolidación de un país más próspero y, al mismo tiempo, más justo.

El proceso electoral 2016 nos ha dejado grandes y profundas enseñanzas: La más importante: que la sociedad peruana ha comenzado a experimentar una saludable tendencia hacia las formas de política basadas en la ética y en el compromiso con las necesidades reales del país. ¿Qué elementos de juicio me permiten decir esto?: i) El surgimiento de una nueva propuesta política con Julio Guzmán y su enfoque centrado en la persona; ii) el rechazo a la candidatura de César Acuña, quien a pesar de sus vigorosas fuentes financieras fue derrotado por el desprecio de una ciudadanía que exige a sus gobernantes un mínimo de responsabilidad y formación; iii) la derrota de Alan García, otrora poderoso personaje que dominó el escenario político desde el tercer tercio del siglo pasado, y cuya estrepitosa caída en las ánforas solo confirmó su impopularidad en el pueblo, cansado de su doblez y estancamiento políticos; iv) la derrota de Alejandro Toledo, cuyos escándalos financieros, no fueron suficientes para repetir entre el electorado su estrategia racista, y terminó catapultado por la desilusión del pueblo; v) el surgimiento de Verónica Mendoza, quien con su valiente y desprendido apoyo a PPK, nos ha hecho abrigar la esperanza de que podemos tener, también, en nuestro Perú, una izquierda responsable que, en su momento histórico, pueda contribuir a la meta de nuestro país: llegar a ser uno del primer mundo; y, vi) la consolidación de un movimiento ciudadano capaz de salir a las calles para tocar conciencias, despertar iras y sembrar dignidades.

He dejado para un párrafo aparte la derrota de Keiko Fujimori por Pedro Pablo Kuczynski porque este es un escenario que, si bien nos ayuda a ser optimistas y pensar en que el momento de crecer para el Perú se ha iniciado, al mismo tiempo, representa un desafío latente que los peruanos deberemos enfrentar a largo plazo. Para todos quienes hemos votado en contra del fujimorismo (en esta oportunidad bajo la máscara de la mayor de las hijas del convicto Alberto Fujimori) nos queda muy claro que aquél encarna lo peor de la política nacional de los últimos tiempos, pero, cuyo triunfo en el Congreso se constituye (para los fujimoristas) en la más grandiosa oportunidad para volver a sus antiguos fueros, reciclarse y tratar de perpetuarse en la política nacional a expensas, por un lado, de la falta de educación y cultura de grandes sectores populares de nuestro país y, de otro, de una raigambre ancestralmente autoritaria que recorre la vena de nuestra sociedad desde tiempos inmemoriales.

Será, pues, una prioridad de la agenda histórica de nuestro país, crear las condiciones para que –poco a poco– el fujimorismo vaya eclipsándose del escenario político, social y económico, tal como lo hizo la sociedad alemana de posguerra con el nazismo o lo viene haciendo la sociedad chilena con el pinochetismo. No será una tarea fácil, pues la lucha no está solo en el campo material sino sobre todo en el terreno ético-moral; pero tenemos a nuestro favor los indicadores a que he hecho alusión al comienzo de este artículo.

Pero no debemos confundir al enemigo. El enemigo es el fujimorismo, no el pueblo que simpatiza con él. En un arrebato de desconsuelo por la derrota de la señora Fujimori, el periodista Ricardo Vásquez Kunze ha dicho que quienes han ofendido a Keiko han ofendido a todos quienes han votado por ella. Tal despropósito no es real. El voto anti-Keiko ha sido un voto contra lo más nefasto del régimen fujimorista de ayer y contra su anhelo de resucitar intacto en la política peruana del siglo 21. De ahí que todos los esfuerzos orientados a luchar contra su fortalecimiento –de parte no solo del nuevo gobierno sino también de los sucesivos que continúen la senda democrática del Perú– deberán incluir una capacidad de respuesta pedagógica hacia ese sector de compatriotas que han votado por el fujimorismo más por la fe que por la razón.

Por ello, Pedro Pablo Kuczynski, también tiene su cuota de responsabilidad en esta misión. Nunca deberá olvidar que ha llegado a palacio de gobierno por los votos de millones de peruanos que han decidido cerrarle el paso al fujimorismo. El voto de estos millones de peruanos no ha sido un voto político ni económico ni social; ha sido un voto moral. Por lo tanto, una de las primeras medidas del nuevo presidente deberá ser retractarse de su intención revelada de firmar una ley que permita que el histriónico Alberto Fujimori salga de la cárcel. Esto provocaría una profunda desazón y desmoralización entre quienes le hemos endosado el voto para gobernar el país con justicia y eficiencia. Si de verdad ha prometido cumplir luchar contra la corrupción deberá dejar bien en claro en la mente de la sociedad que los delincuentes más peligrosos son los políticos y funcionarios corruptos, pues, la corrupción, es la madre de la miseria moral y económica del Perú porque niega y cierra las puertas –a los sectores más necesitados– de todas las oportunidades que una sociedad desarrollada puede proveer para salir adelante en la vida y ser felices.

El Perú de todas las sangres es, también, el Perú de todos los problemas. Estamos apenas a cinco años de haber logrado –hace 200 años– la libertad política de la metrópoli española, pero estamos todavía a muchos años de alcanzar la madurez material y espiritual que nos permita lograr la libertad ciudadana en un contexto de globalización y respeto a los derechos humanos y medioambientales.

 
En la foto el autor con PPK con ocasión de la entrega póstuma de
la medalla Willy Brandt a su señor padre, don Maxime
Kuczynski-Godard (2015)


Dios bendiga al gobierno del señor Pedro Pablo Kuczynski. Dios bendiga al Perú. Le hemos brindado un voto crítico, pero siempre contará con nuestro apoyo en el frente de la lucha contra todos los poderes que pretendan hacer retroceder a nuestro Perú y llevarlo por la senda de la desesperanza, la corrupción y la intolerancia.

El compromiso es personal y no solo institucional. A diferencia del deporte en que uno gana y otro pierde, o de la religión en donde cada dogma se cree poseedor de la verdad absoluta, en la vida en sociedad todos perdemos si no hay un compromiso personal con la democracia y la ciudadanía. Sea que pertenezcamos o no a un partido o movimiento político, el deber de actuar con probidad en todos nuestros actos es lo que marcará la diferencia de nuestro país en el concierto de naciones desarrolladas del mundo.